20/5/08

LA ESTULTICIA DE LOS SANS NOBLESSE, por Niko Gadda Thompson

Al final sólo publiqué una nota en la revista porteña de tendencias "BAMetropolis". No sé si la conocen... En fin, está muy buena y al principio me entusiasmé mucho con la idea de poder colaborar en ella, pero ya con el segundo artículo empezaron los garrones: lo que iba a ser una doble página terminó siendo el recuadro pedorro de otra nota ¡sobre el mismo tema! Haberlo sabido...
Ya bastante caliente, decidí no encarar el tercer trabajo hasta que no me pagaran los dos anteriores (estamos hablando de una revista bimestral...). Así que me estuvieron bicicleteando durante semanas hasta que por fin me prometieron un sobre. A la fecha y hora señalada, fui a las oficinas (tremendas "ofis super cool" en pleno barrio norte) y ¡zas! Ni un puto sobre. Ni una puta explicación.
Entonces me prometieron enviar el sobre con una moto hasta mi casa (en pleno Tigre). Obviametne, ni moto ni sobre ni un tremendo joraca. Al día siguiente me mando a las pinches oficinas re caliente y exijo hablar con el gerente comercial.
Me recibe un gordito con cara de "yo en realidad quería ser astronauta" y, deshaciéndose en disculpas, me pregunta si lo puedo esperar hasta que almuerce con un importante inversor potencial (que se encontraba ahí mismo y escuchaba todo), se riera un poco de lo "sumisos que son estos escritores muertos de hambre", y volviera a la oficina tres horas más tarde ¡para hablar del asunto! Imaginen la cara de orto que le puse...
Le digo: -¿Usted está ahora con un "importante inversor potencial" y se da el lujo de hacerlo presenciar semejante escena?! ¡Qué tentador para un hombre de negocios ver que está por invertir en una revista que hace meses no le ha podido pagar 300 mangos de mierda a un simple colaborador de contenidos! O me está mintiendo o es usted un verdadero incompetente, señor gordito gerente comercial (palabras más, palabras menos).
Bueno, al final me pagó pero, claro, nunca más me llamaron... Una lástima, la verdad. Pero qué le vamos a hacer; uno tiene sus límites cuando el otro te toca los huevos. Y es precisamente por este tipo de experiencias con el mundo editorial tradicional, que pienso que la onda está en el mundo digital. Allí nadie me paga, es cierto, pero al menos escribo sobre lo que quiero, como yo quiero y cuanto yo quiero. La pasta, de última, me la gano sirviendo mesas.

No puedo pedir más.

Aquí les dejo entonces, aquella nota original que vió la luz en forma de “recuadro pedorro”. No es la gran cosa, pero entretiene. Espero la disfruten.


La Estulticia de los Sans Noblesse

“El adulto no identifica la felicidad con la mera posesión de objetos. A diferencia del niño, los artefactos no le traen dicha. El hombre realmente adulto no desea cosas; más bien codicia símbolos.” (J. L. Borges)

¿Cuál es el “delirio” detrás de los que viven inmersos en el deseo -y la eventual satisfacción- de pertenecer a la elite social mientras sientan sus glamorosas nalgas en los lugares top de la movida porteña?
Cumpliendo con la pícara costumbre de publicar al menos una nota sobre los snobs en cada una de sus ediciones, la redacción me pidió que abordara el tema desde una perspectiva un tanto más… especializada. Mi objetivo, entonces, consistía en indagar aquello que se fermenta en la psiquis de un snob.
Para ello me entrevisté nada menos que con tres reconocibles profesionales de la Salud Mental: una psiquiatra, una psicóloga conductista-conductual y un psicoanalista vincular. Aprovecho para dar un especial agradecimiento a Gaby, a Carlitos y a la mama. ¡Muy buena la onda, chicos!

Entrevistas como uno
Así como lukear tu auto con esa nueva pintura opaca que recién se está viendo en nuestras calles, les cuento que hoy en día es re cool hacer las entrevistas por mail:

Estimado/a Lic.- Doc.:
Mi nombre es Nicolás G. T. y estoy haciendo un artículo sobre el particular fenómeno del snobismo en nuestra “maliciosa” ciudad. La nota es para BA Metrópolis, una revista de tendencias bien intelectual y sofisticada, o sea, una revista para snobs (nada aquí es casualidad). Mi objetivo es recavar la opinión profesional de diferentes especialistas de la Salud Mental acerca de esta peculiar etiqueta socio-cultural.
Ahora bien, con ánimos de clarificar y unificar la definición de nuestro objeto de estudio, paso a comentarle una o dos cosas que encontré (alabado sea Google) acerca de lo que se entiende por snob:
Históricamente, dicho término surge del original “sine nobiliate”, o sea, sin nobleza. La gente snob, o “sans noblesse” como preferían decir en la Francia prerrevolucionaria, ostentaba una alcurnia que deseaba pero no poseía. Una segunda definición, cronológicamente hablando, refería a los estudiantes de procedencias “innobles” que comenzaron a admitir en el ingreso a las universidades de Oxford y Cambridge.
En las democracias occidentales actuales, no tan rigurosas en cuanto al respeto por las jerarquías heredadas, el snobismo ha mutado a formas menos tradicionales. El ideal clásico de aristocracia se ve hoy refractado por el variado prisma de la postmodernidad. Y en una sociedad como la porteña, carente de auténticos títulos nobiliarios y demás estigmas de las altas castas, el prisma se dilata aún más; todos aquellos con “acceso”, ya se por sus méritos o por herencia familiar, parecen caer en la misma bolsa.
Las preguntas a continuación son sólo disparadores para que usted se entretenga; no es necesario contestarlas todas y, por supuesto, cualquier añadidura será más que bienvenida:
1) ¿Se ha estudiado alguna vez al snobismo desde la perspectiva de la salud mental? ¿Se lo considera acaso un objeto de estudio o en realidad estamos en un terreno indefectiblemente especulativo? ¿Es el snobismo una patología?
2) ¿Podríamos decir que proviene de algún tipo de complejo de inferioridad, o bien de una identificación con un ideal del ser (y, por lo tanto, del aparentar) el cual se ha elegido considerar superior al resto?
3) ¿De dónde viene esa obsesión por “pertenecer”, por poder acariciar -aunque sea con la punta de los dedos- los estantes más altos de la pirámide social?
4) ¿Ser snob es acercarse a un tipo de personalidad, o es más bien alejarse de otro muy distinto? ¿Acaso la pulsión esencial es diferenciarse de la chusma, dejar en claro que uno NO es simplemente “alguien más”?
5) ¿Qué es más determinante para un snob, ser o pertenecer?
6) El snob ¿necesita o desea?
Desde ya, muchas gracias por su tiempo, etc., etc., etc.
¿Complejo de inferioridad o narcisismo malogrado?
La Dra. Campos (psiquiatra y terapeuta familiar) nos da una definición lo suficientemente compendiada como para ubicarla en el comienzo de este recorrido: “El snob ansía que lo vinculen con aquellas personas que marcan tendencias en todos los terrenos: la vestimenta, la arquitectura, el uso del tiempo libre y aun el arte. Puede considerar que su personalidad es fruto de su elección, pero en realidad es el resultado de un deseo inquebrantable: pertenecer a ese grupo de elite que promete a sus integrantes un marco de referencia organizado. El temor de quedar librado a ser él mismo seguramente lo vive como desestabilizante y un reflejo de su baja autoestima.

Según la Lic. Gabriela Martínez Castro (psicóloga conductista/conductual y Directora del CEETA, Centro Especialista en Trastornos de Ansiedad), “el snobismo es básicamente una compensación de un gran complejo de inferioridad. La ecuación es sencilla: Quien verdaderamente es de una clase o sustrato social determinado, no necesita demostrarlo -ni demostrárselo- con tanto énfasis. Ahora bien, quien no lo es pero aún así desea “pertenecer” a ella de alguna forma, requiere del esfuerzo de armar una “mise en escène”, a modo de autoengaño, y así compensar profundos sentimientos de pobreza interna o inferioridad.”

Gabriela sostiene que el snobismo podría considerarse una forma de la llamada Ansiedad Social, un trastorno que ella resume como "timidez extrema" dentro del cual “el individuo posee fuertes sensaciones de inferioridad, temiendo siempre hacer el ridículo o ser rechazado por los demás, y frente a lo cual arma un sistema defensivo compensatorio”.

Para el Dr. Pachuk (psicoanalista vincular), sin embargo, sentirse un verdadero idiota no tiene tanto que ver con el snobismo, pues “no se trata realmente de un complejo de inferioridad (término descubierto por un disidente freudiano llamado Adler y del cual hizo uso y abuso); más bien son personas que tienen fallas en la estructura de su yo por traumas infantiles que no han podido revertir en la adolescencia ni en los vínculos posteriores. Entran aquí las personalidades narcisistas que intentan siempre ocupar el centro de la escena para compensar, con la pertenencia o la mirada de los otros, las fallas primarias de turno. Los rasgos snob son un punto de atracción para captar a los otros.”
Al parecer, y para complicar aún más las cosas, la baja autoestima y el sentimiento de inferioridad no son la misma cosa. “La primera tiene la mirada puesta hacia uno mismo; la segunda hacia los demás”, resume la Dra. Campos, y es por esto es que no debemos confundirlas.
¿Rasgo de carácter o síntoma patológico?
El Dr. Pachuk nos confirma (con el asentimiento de Campos y Martínez Castro) que el snobismo “nunca ha sido objeto de estudio desde la perspectiva de la salud mental.” Así y todo, lo sugiere como un “un rasgo común en algunas patologías, como pueden ser la personalidad borderline, la bipolar, la narcisista y el falso self. En todas ellas -aunque con diferentes características de mayor o menor gravedad- hay una tendencia a la fragilidad del Yo, a una crisis en los sentimientos de autoestima y autoafirmación producida por fallas en las identificaciones primarias. El sujeto se adhiere a los otros y no establece diferencias entre ser y pertenecer; depende demasiado de las instituciones, del contexto y de los vínculos. Dicho de otra manera: si no pertenece, no existe. Al ser rechazado se produce una fragmentación de su personalidad y, en los casos más extremos, puede derivar en una crisis psicótica (el famoso “brote” en sus múltiples manifestaciones). En algunos casos bipolares (patología psicótica que alterna episodios depresivos con otros maníacos) puede describirse un delirio megalomaníaco con fantasías de negocios internacionales o delirio de celebridad. Estos pacientes parece que fueran adictos a la cocaína –la cual produce efectos similares- pero en realidad no lo son. Sus delirios terminan con un gran fracaso y un alto monto de angustia y, como suelen ser personajes muy seductores, arrastran a mucha gente en su caída.”
Ahora bien, la Dra. Campos se preocupa por aclarar que existe una gran diferencia entre rasgos de carácter y síntomas patológicos: “La manifestación de aquellas conductas que condicionan patológicamente a una persona (pérdida del sentido de realidad, de la ubicación en el tiempo y espacio, agresión, ideas de suicidio, entre muchos otros) deben ser evaluados como sintomatología de un paciente psiquiátrico y atendido como tal, sin por ello considerar que los rasgos snobs puedan estar vinculados a las causas de dicha patología.”
Así que ya lo saben, amigos: aquellos que se sientan identificados con el Revoyra Linch del amigo Peña, relax, no están de la croqueta… al menos no por el hecho de ser snobs.

¿Pertenecer o diferenciarse?

Pachuk propone una variable de la definición de snob diametralmente opuesta a la acostumbrada. No se trata de los que quieren subir en la escala social, sino de aquellos que han sido degradados. Estos hidalgos de camisa sin corbata, son “los típicos aristócratas -alguna vez millonarios- que perdieron su riqueza pero aún conservan sus buenas costumbres, sus rasgos de casta, se fina –y caduca- ropa de marca y un acento pomposo muy particular. Como han tenido una educación privilegiada, manejan varios idiomas y han viajado por el mundo en los buenos tiempos perdidos, lo cual les proporciona un indeleble toque de distinción.”

Algo parecido ocurre con los llamados “gafapastas” (término español que remite a los anteojos de marcos gruesos y cuadrados, por lo general negros), jóvenes de tendencias culturales estrafalarias ("alternativas" en lenguaje gafapastil) que rehuyen de lo considerado comercial y hacen gala de una actitud sofisticada y pedante. Sus ídolos son gente como Björk, Lars Von Trier y demás rarezas de la movida, sobretodo, artística. Se les reconoce por las gafas, pero también por llevar cortes de pelos raros, ropa carísima onda retro-pop y ahora también hippie-chic (el último alarido de la moda neoyorquina). Resumiendo, un gafapasta es un muchacho de gustos extravagantes que va de listillo por la vida.

Para la Lic. Martínez Castro, la aparente diferencia entre los que quieren pertenecer y aquellos que buscan diferenciarse, en esencia es inexistente. Estas dos variables no serían otra cosa que las dos caras de la misma After Eight; ambas son “maneras de llamar la atención de los demás; de resaltar –por consenso o por disenso- para no ser ignorado.” Después de todo, se dice que los snobs están en el montón de los que no quieren estar en el montón.
Epílogo
En este mundo cruel y despiadado donde la demanda exige perfección -y la perfección se caga de la risa- no son pocos los que esconden su frustración detrás de una máscara de éxito, superación y colágeno. Vivimos una vida de autoengaños permanentes. Juzgamos el estado de nuestra existencia con parámetros idealistas e irreales (valga la obvia redundancia). Nos frustramos por lo que no somos, tenemos o hacemos, como si supiéramos realmente de lo que nos estamos perdiendo. Así somos, así fuimos y así -en mayor o menor medida- seguiremos siendo. Pero en fin, tampoco debemos castigarnos demasiado por ello. El daño que nos produce sabernos frágiles, es mucho peor que la fragilidad misma. A la larga, lo único que nos queda es aceptar lo que somos con orgullo y seguir adelante con nuestras vidas.
Apropiándome descaradamente de las palabras de Erasmo en su incomparable "Elogio a la Locura", cuando le parece oír protestar a los filósofos que es deplorable esto de vivir dominado por la Estulticia (el snobismo, debemos admitirlo, es una forma argumentada de la estupidez) y, por ende, errar, engañarse, ignorar: “Ello es propio del hombre y no veo por qué se le ha de llamar deplorable, cuando así nacisteis, así os criasteis, así os educasteis y tal es la común suerte de todos. No tiene nada de deplorable lo que pertenece a la propia naturaleza.”

1 comentario:

Marian dijo...

Hola. Pasé por acá porque me llegó un mail una vez hace tiempo (y otro hoy sobre el fin del mundo o algo parecido). Y dejo mi comentario solo porque me hicieron reír las biografías de los alterego y la frase: un gordito con cara de "yo en realidad quería ser astronauta". No leí mucho más por ahora.
Ah, y adhiero a la idea de que la onda esta en el mundo digital.
Saludos!