10/8/08

EXPLOSIÓN EN BOUGAN VILLE, por Mitzuca Chinycó

Dos ciegos iban 15 a 14 en un partido de ping pong cuando, súbitamente, sintieron un terrible estruendo. Lo que parecía ser una explosión distante, dibujó en el horizonte una densa nube con forma de clavel. Los muchachos no lo vieron, aunque uno pudo olerlo y el otro saborearlo.
Al tuerto Manchuria, ilustre borrachín del barrio de insinuado aspecto cantonés, no lo sorprendió en absoluto. Hacía años que vivía con la esperanza de perder lo poco que quedaba de su cordura y la noche anterior lo había conseguido en el patio trasero de un motel.
Giuseppe, en cambio, sintió en seguida la certeza de que pronto mutarían muchos de sus genes. Segundos antes del estruendo, caminaba despacito masticando ideas plañideras cuando al girar la cabeza, y luego de unos escasos aunque indefinidos segundos de marcha ciega por la atención prestada a la estrambótica catástrofe, sintió un fuerte golpeteo en sus costillas seguido de una ronca voz a la altura del ombligo que decía: “¡Mira por donde andas, niñaco distraído!”, increpación -con escupitajo al suelo- que un gerente de aspecto amargo propinole tras rozarlo éste apenas con su brazo izquierdo. “Disculpe, buen hombre”, fue la atrevida respuesta de Giuseppe quien, con refinada picardía, culminó la frase dando un saltito piamontés.
Y sucede que aquel vejestorio, aunque calvo y demacrado, no cabían dudas que era toda una mujer.

No hay comentarios: